sábado, 7 de marzo de 2009

"Terreno Salvaje"

Guillermo Correa Álvarez

Frases del discurso del Personaje principal, interpretado por Steven Segal, al Consejo tribal de Alaska en la película “Terreno Salvaje” de la Warners Brother´s, de 1994.

"Quiero darles las gracias a los hermanos y hermanas que están aquí representando esta causa el Consejo Tribal me pidió que les hablará sobre las injusticias que nos cometieron funcionarios del Gobierno y las grande empresas petroleras...

  1. ¿Han oído hablar de motores que funcionan con alcohol, basura o agua o de carburadores que dan cientos de kilómetros por litro o de eficaces motores eléctricos o magnéticos?... Si empezamos a usar éstos, las compañías petroleras quebrarían.
  2. El concepto de combustión interna es obsoleto desde hace 50 años, pero la mafia del petróleo y los gobiernos corruptos nos han obligado a usar gasolina durante más de cien años.
  3. Las grandes empresas están destruyendo el agua que bebemos, el aire que respiramos y lo que comemos.
  4. No les interesa el mundo que destruyen, sólo en dinero que ganan.
  5. ¿Cuántos derramamientos podremos soportar?
  6. Millones de galones de petróleo destruyen la vida marina, como el plancton que produce entre el 60 y el 90% del oxigeno de la tierra y sustenta el ecosistema marino que es básico para nuestra alimentación... pero... ¡el plancton se está muriendo!
  7. Yo pensé... vámonos a un estado o país remoto en otra parte del mundo... descubrí que arrojan desperdicios en todo el mundo.
  8. Ellos controlan la legislación, de hecho controlan la Ley.
  9. La Ley prohíbe que se impongan multas de más de Ds. 25.000.00 diarios;...si una compañía gana Ds. 10.000.000.00 al día arrojando toxinas al mar, les conviene seguir haciéndolo.
  10. Usan los medios de comunicación para controlarnos. Hicieron que protestar fuera un crimen. Si protestamos nos llaman conspiradores, locos... se burlan...
  11. Estamos enojados porque nos afectan química y genéticamente... y ni siquiera cuenta nos damos, desafortunadamente eso afectará a nuestros hijos.
  12. Todos los días vamos a trabajar y nuestros autos emiten gases nocivos venenosos que son venenos acumulativos, esos venenos nos matan lentamente... aunque los efectos no se ven.
  13. Hace veinte años no hubiéramos creído si nos hubieran dicho que en el futuro no podríamos ver a quince metros, que no podríamos respirar porque el aire sería un gas venenoso ni podríamos beber agua de la llave y habría que comprarla embotellada.
  14. Nos han arrebatado nuestros derechos divinos, desafortunadamente nadie quiere saber nada de la terrible verdad.
  15. Me han preguntado: ¿qué podemos hacer?
    ... necesitamos un grupo responsable que nos represente a nosotros y no a las grandes empresas... gente que no permita que se use en nuestro ambiente nada que no sea biodegradable o que no pueda ser neutralizado químicamente.
  16. Mientras se pueda ganar dinero contaminando nuestro planeta las compañías y los individuos seguirán igual...
  17. Obliguemos a esas compañías a operar en forma segura y responsable, pensando en nosotros de modo que si no lo hacen podamos retirarles nuestros recursos y hacer lo que está bien.

    Huelgan los comentarios. Debemos reflexionar sobre cada uno de estos puntos y detectar dónde podemos actuar y trabajar en ello para lograr dejar a nuestros descendientes un mundo que les brinde vida y salud, nuestros hijos bien lo merecen. Recordemos siempre que el futuro es de ellos y que el futuro se origina ahora, en este momento estamos construyendo o destruyendo la herencia divina de un hogar en el universo para todos los hijos de Dios.

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viernes, 27 de febrero de 2009

Después de todo, quizas seamos hermanos

Carta ecológica del Jefe Indio Seattle, al Sr. Franklin Pierce, Presidente de los EEUU de Norteamérica.

En 1854, el Gran Jefe Blanco de Washington hizo una oferta por una gran extensión de tierras indias, prometiendo crear una “reservación” para el pueblo indígena. La siguiente carta fue la respuesta del Jefe Seattle a dicha petición.


¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aún el calor de la tierra? Dicha idea nos es desconocida.

Si no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de los aires, ¿cómo podrán ustedes comprarlos?

Cada parcela de esta tierra es sagrada para mi pueblo, cada brillante mata de pino, cada grano de arena en las playas, cada gota de rocío en los bosques, cada altozano y hasta el sonido de cada insecto es sagrado a la memoria y al pasado de mi pueblo. La savia que circula por las venas de los árboles lleva consigo las memorias de los pieles rojas.

Los muertos del hombre blanco olvidan su país de origen cuando emprenden sus paseos entre las estrellas; en cambio nuestros muertos nunca pueden olvidar esta bondadosa tierra, puesto que es la madre de los pieles rojas. Somos parte de la tierra y asimismo, ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el venado, el caballo, la gran águila; éstos son nuestros hermanos. Las escarpadas peñas, los húmedos prados, el calor del cuerpo del caballo y el hombre, todos pertenecemos a la misma familia.

Por todo ello, cuando el Gran Jefe de Washington nos envía el mensaje de que quiere comprar nuestras tierras, nos está pidiendo demasiado. También el Gran Jefe nos dice que nos reservará un lugar en el que podamos vivir confortablemente entre nosotros. Él se convertirá en nuestro padre y nosotros en sus hijos. Por ello consideramos su oferta de comprar nuestras tierras. Ello no es fácil ya que esta tierra es sagrada para nosotros.

El agua cristalina que corre por los ríos y arroyuelos no es solamente el agua sino también representa la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos tierras deben recordar que es sagrada y a la vez deben enseñar a sus hijos que es sagrada y que cada reflejo fantasmagórico en las claras aguas de los lagos cuenta los sucesos y memorias de las vidas de nuestras gentes. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.

Los ríos son nuestros hermanos y sacian nuestra sed; son portadores de nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si les vendemos nuestras tierras a ustedes deben recordar y enseñarles a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos y también son los suyos y, por tanto, deben tratarlos con la misma dulzura con que se trata un hermano.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. Él no sabe distinguir entre un pedazo de tierra y otro, ya que es un extraño que llega de noche y toma de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana sino su enemiga y una vez conquistada sigue su camino, dejando atrás la tumba de sus padres sin importarle. Les secuestra la tierra a sus hijos. Tampoco le importa. Tanto la tumba de sus padres como el patrimonio de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano, el firmamento, como objetos que se compran, se explotan y se venden como ovejas o cuentas de colores. Su apetito devorará la tierra dejando atrás sólo un desierto.

No sé, pero nuestro modo de vida es diferente al de ustedes. La sola vista de sus ciudades apena los ojos del piel roja. Pero quizás sea porque el piel roja es un salvaje y no comprende nada.

No existe un lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ni hay sitio donde escuchar como se abren las hojas de los árboles den primavera o como aletean los insectos. Pero quizás también esto debe ser porque soy un salvaje que no comprende nada. El ruido parece insultar nuestros oídos. Y, después de todo ¿para qué sirve la vida si el hombre no puede escuchar el grito solitario del chotacabras (aguaitacaminos) ni las discusiones nocturnas de las ranas al borde de un estanque? Soy un piel roja y nada entiendo. Nosotros preferimos el suave susurro del viento sobre la superficie de un estanque, así como el olor de ese mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado con aromas de pinos.

El aire tiene un valor inestimable para el piel roja ya que todos los seres comparten un mismo aliento, la bestia, el árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire. El hombre blanco no parece consciente del aire que respira; como un moribundo que agoniza durante muchos días es insensible al hedor. Pero si les vendemos nuestras tierras deben recordar que el aire no es inestimable, que el aire comparte su espíritu con la vida que sostiene. El viento que dio a nuestros abuelos el primer soplo de vida, también recibe sus últimos suspiros. Y si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben conservarlas como cosa aparte y sagrada, como un lugar hasta donde el hombre blanco pueda saborear el viento perfumado por las florees de las praderas.
Por ello consideramos su oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla, yo pondré condiciones: El hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como sus hermanos.

Soy un salvaje y no comprendo otro modo de vida. He visto a miles de búfalos pudriéndose en las praderas, muerto a tiros por el hombre blanco desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo como una máquina humeante puede importar más que el búfalo al que nosotros matamos sólo para sobrevivir.

¿Qué sería del hombre sin los animales? Si todos fueran exterminados, el hombre también moriría de una gran soledad espiritual; porque lo que le suceda a los animales también le sucederá al hombre. Todo va enlazado.

Deben enseñarles a sus hijos que el suelo que pisan son las cenizas de nuestros abuelos. Inculquen a sus hijos que la tierra está enriquecida con las vidas de nuestros semejantes a fin de que sepan respetarla. Enseñen a sus hijos que nosotros hemos enseñado a los nuestros que la tierra es nuestra madre. Todo lo que ocurra a la tierra les ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, se escupen a sí mismos.

Esto sabemos: La tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra. Esto sabemos, todo va enlazado, como la sangre que une a una familia. Todo va enlazado.

Todo lo que ocurra a la tierra, les ocurrirá a los hijos de la tierra. El hombre no tejió la trama de la vida; el sólo es un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace a sí mismo.

Ni siquiera el hombre blanco, cuyo Dios pasea y habla con él de amigo a amigo, no queda exento del destino común. Después de todo, quizás seamos hermanos. Ya veremos. Sabemos una cosa que quizás el hombre blanco descubra un día: nuestro Dios es el mismo Dios. Ustedes pueden pensar ahora que Él les pertenece lo mismo que desean nuestras tierras les pertenezcan; pero no es así. Él es el Dios de los hombres y su compasión se comparte entre el piel roja y el hombre blanco.

Esta tierra tiene un valor inestimable para Él y si se daña se provocaría la ira del Creador. También los blancos se extinguirían, quizás antes que las demás tribus. Contaminen sus lechos y una noche perecerán ahogados en sus propios residuos.

Pero ustedes caminarán hacia su destrucción rodeados de gloria, inspirados por la fuerza del Dios que los trajo a esta tierra y que por algún designio especial les dio dominio sobre ella y sobre el piel roja. Ese destino es un misterio para nosotros, pues no entendemos por qué se exterminan los búfalos, se doman los caballos salvajes, se saturan los rincones secretos de los bosques con el aliento de tantos hombres y se atiborra el paisaje de las exuberantes colinas con cables parlantes. ¿Dónde está el matorral? Destruido. ¿Dónde está el águila? Desapareció. Termina la vida y empieza la supervivencia.
En esta dramática advertencia del Jefe Indio Seattle, su llamado a la conservación de los recursos naturales, él nos advirtió de la contaminación ambiental, sónica, destrucción de animales y plantas, la ruptura de la cadena ecológica y sus negativas consecuencias.

En nuestras manos está seguir depredando el ambiente o desarrollar una actividad que asegure un hogar donde nuestros hijos vivan sanamente y puedan testificar que alguna vez existimos.